Alberto Ibáñez, incipiente poeta serrano, irrumpe en el mundo de la poesía, empleando esta como herramienta para denunciar los temas más escabrosos de nuestro tiempo. Y lo hace, como él mismo apunta, con crudeza, con una enorme y sincera crudeza.
La influencia de Arthur Rimbaud (1854-1891) en su visión poética, Alberto declara ser tan solo un cóctel entre Rimbaud y Leopoldo María Panero (1948), llevan a colocar su poesía, que fuga en ocasiones hacía una brillante prosa poética, próxima al grupo de la de los “Poetas Malditos”, del que ambos, Rimbaud y Panero, forman parte.
Sorprende la fuerza de su lenguaje y uno no puede quedarse indiferente ante sus denuncias sociales tan bella y crudamente expresadas.
Para ser su opera prima, alcanza niveles enormemente prometedores que auguran, para el autor, un largo y rico camino en este género.
En tiempos en los que la poesía sufre una importante falta de protagonismo en nuestra sociedad, resulta altamente esperanzador que escritores como Alberto Ibáñez la utilicen como medio para expresarnos, deleitándonos con ello, sus inquietudes y sus “cantos”.
Manuel Beato del Rosal |